Ajusta por aquí, abrillanta por allá, los pilotos aprovecharon la hora previa a la salida para admirar las máquinas de sus competidores y compartir anécdotas. La niebla de la víspera había cubierto la pista de cemento que bordea el Oiz en un terreno muy resbaladizo, lo que acaparó muchas conversaciones. «No se veía nada y no teníamos demasiada potencia, así que penalizamos en todo», decían con resignación Roger Dearman y Pedro Horrillo, mientras ponían a punto su escarabajo rojo del 77, con una llamativa tapicería hecha con... ¡tela de cortinas!
«No tuvo nada de paseo», confirmaba con guasa el eibarrés Edu Agirre, que ejercía de copiloto en el BMW 3.0 CSI de su amigo Fermín García. Frente a quienes iban equipados con modernos cronómetros, los dos vizcaínos se apañaban con un reloj de muñeca y el 'rutómetro' que la asociación impulsora del evento, Clásicos Durango, entregó a cada pareja participante. Se trataba de un cuaderno detallado hasta el extremo, en el que se detallaban los 551 kilómetros de la prueba y los tiempos calculados por cada tramo.
«Aparcado en la cuadra»
Si bien muchos de los despampanantes bólidos han sido adquiridos como clásicos, los hay que se han convertido en leyenda. Es el caso del 'Seat 127' de los vitorianos Carlos e Iñaki Osa. El automóvil llegó a su casa antes que ellos mismos, allá por 1977 cuando lo adquirió su tío. «Está como entonces, hasta la tapicería. Lo guardaba en la cuadra de mi abuela y siempre le aparcaban delante, así que casi no podía sacarlo. Sólo tiene 67.000 kilómetros».
vía: El Correo
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